MODESTO URGELL E INGLADA, EL ÚLTIMO PINTOR ROMÁNTICO



 


Textos: Lola Soto Vicario




“¿Por qué agradan los objetos distantes en el Romanticismo? La indistinción atmosférica añade fascinación a los paisajes románticos.”
 
                                                                                                                                               W. Hazlitt



Modesto Urgell e Inglada (Barcelona, 1839-1919) fue un pintor paisajista enmarcado en la Cataluña modernista de fin de siglo, y podemos considerarle “romántico” por la temática y recursos pictóricos de su obra, por su actitud eternamente nómada y bohemia, así como por ciertos paralelismos encontrados en relación a otros pintores de este período. Él mismo se sentía “romántico”, un romántico tardío que siempre caminó en solitario, al margen de otras corrientes, fiel a su estilo personal, mientras el mundo de alrededor evolucionaba hacia nuevos planteamientos artísticos. Incluso presentaba sus obras bajo la denominación de “Escuela Romántica” en sus exposiciones. 


A menudo se le ha ubicado dentro del realismo pictórico, y muy erróneamente dentro del impresionismo. Pensamos que Urgell apenas afronta sus obras de manera naturalista salvo sus apuntes y dibujos del natural; tampoco la realidad que retrata tiene un aspecto ordinario en sus cuadros de madurez, ni se propone denunciar nada en ellos, sino que con sus paisajes busca evocar la poesía de lugares y ambientes hacia los que siente un afecto o una atracción particular, con una mirada emotiva y melancólica. 


Así, veremos que en los paisajes de Urgell la categoría estética de “lo sublime” se encuentra a menudo presente, y según el romántico alemán Schiller, lo “sublime es un sentimiento grave y silencioso”, como los paisajes de Urgell. Gracias a nuestra libertad podemos deleitarnos con aquello que nuestros instintos deberían encontrar temible o amenazante, afirman los artistas románticos. Así creemos que lo siente Modesto Urgell; la oscuridad de la noche, la penumbra del crepúsculo son para él objeto de contemplación y reflexión, y en sus obras están llenos de una quietud sublime en la que se advierte cierto elemento de divinidad.



Modesto Urgell. “Paisaje”. 1892 


     Sin duda, prácticamente todo aquello que envuelve su quehacer como pintor, su modo de vida errante, su actitud personal, el tono de sus escritos y sobre todo, el contenido de su obra pictórica, están impregnados de un sentimiento que lo sitúa dentro de la última generación de artistas románticos españoles de fin de siglo. Como tal, defendió siempre la importancia suprema del paisaje como vehículo de expresión de sentimientos, como símbolo de valores eternos, insertando en él el componente enigmático, un cierto rasgo de “oscuridad”, transfiriendo sus estados de ánimo y sus sensaciones interiores a los lugares que elige pintar.


     En particular, Urgell decide pintar y poetizar ciertos aspectos del paisaje y no otros: “pintar esta Cataluña quieta, triste y solitaria”, como él mismo afirma, “la Cataluña pequeña, destartalada, desmantelada” siempre fue su intención sincera como artista, y a menudo elige dar a estos paisajes humildes ese aspecto “sublime”, más grandioso, oscuro, silencioso y expectante, y así pinta la última hora de la tarde o el anochecer, con cielos anubarrados e inquietantes, los momentos más propios para un entristecido encanto cargado de simbología.



   Modesto Urgell. “Paisaje del Ampurdán”, hacia 1900


     Igualmente, vemos que autores románticos como el alemán Carl Gustav Carus, amigo personal de Friedrich y también pintor, inciden en la idea de diluirse en la grandiosidad de la naturaleza: “(…) El hombre se mantiene consciente de su propia pequeñez al mirar el gran “todo” de una Naturaleza tan magnífica (…) Él mismo se incluye en ese infinito como si se desprendiera de su existencia individual”.


     En los paisajes que pinta Urgell a partir de 1860, fruto de sus recorridos por pequeñas e ignotas aldeas de Cataluña, vemos que siempre elige ambientaciones sombrías, en las que incluye con frecuencia la figura humana a pequeña escala, anónima, inmersa en el paisaje y completamente subordinada a éste, al igual que hicieran los alemanes Friedrich o Blechen. En 1913 Urgell escribe: “(…) El arte es superior a la realidad, es el maestro omnipotente; la naturaleza su Celestina o confidente, humilde, modesta, habla quedo (cuando no truena); el arte brilla, deslumbra, impone, domina, sublima lo más insignificante como ridiculiza lo más sublime (…)”


     En este sentido, Urgell llega a subestimar la naturaleza por debajo del arte; para él, el paisaje es la mirada más elevada que el artista deposita sobre la naturaleza, devolviéndola en forma de creación artística sublime. Por eso la pintura de Urgell no puede encasillarse como “realista”, sino que va más allá de la mera apariencia descriptiva y encuentra un significado más hondo y poético en el aspecto de las cosas y lugares naturales. Ni la pintura de Friedrich tenía intenciones naturalistas o realistas, (eran cuadros compuestos en el estudio, al igual que los grandes formatos de Urgell), ni Urgell trata de copiar la naturaleza más que para recoger algún dato aislado en forma de apunte cuando lo necesita para composiciones de mayor envergadura realizadas en su taller. 




                                                    Modesto Urgell. “Atardecer”. Sin fecha




                                           Caspar David Friedrich. “La noche”. Hacia 1821 




                            Carl Gustav Carus. “El océano Ártico cerca de Chamonix”. 1825-27


     No hay duda que las preferencias temáticas de Urgell son propias de un artista romántico: visiones crepusculares, atardeceres, cementerios rurales, aldeas y ermitas en ruinas, nocturnos y paisajes torvos, desolados y solitarios forman parte del universo pictórico personal del pintor. Hay que mencionar de manera especial el concepto de “ruina”, muy de su gusto y del gusto romántico; los parajes en ruinas que representa Urgell son con seguridad símbolo del paso inexorable del tiempo y de la fuerza aniquiladora de la naturaleza, los últimos vestigios de un pasado glorioso que se descomponen lentamente. 



                                           Modesto Urgell. “Ruina y horizonte”. Sin fecha 


     La predilección por representar visiones de cementerios y camposantos rurales en medio de una gran extensión de campo, aislados, en apariencia abandonados, denota la atracción de este pintor hacia el tema de la muerte, quizá también como evocación de lo sublime. Para los románticos, la muerte representa igualmente lo sublime—como experiencia basada en las reacciones involuntarias de los sentimientos—en su estado más perfecto, y el arte ofrece la posibilidad de experimentar esta sublimidad desde un lugar seguro, con la distancia necesaria entre nosotros y el peligro real. La muerte se entiende como el umbral que separa lo terrenal de lo metafísico, y así la representan los artistas a través del “paisaje sublime”, haciendo uso de imágenes evocadoras de lo infinito, lo etéreo y lo inexorable. Todo este simbolismo se hace evidente en las obras de Urgell a través de una visión del paisaje y su horizonte con acusados matices de irrealidad y ensueño, despojada de cualquier intención de tipo costumbrista: apenas sabemos si tales paisajes corresponden a éste o a aquel lugar de Cataluña, ya que Urgell apenas cita nombres geográficos en sus obras. 




                                                                        Modesto Urgell. “Cementerio”. Sin fecha 


         El pintor trata de seleccionar estos fragmentos de la realidad que le interesan e impregnarlos de un carácter misterioso, sombrío y hasta lúgubre mediante recursos plásticos que analizaremos después. Urgell apenas muestra interés por representar lo muy particular o lo anecdótico, sino que en sus cuadros construye una realidad melancólica digamos “genérica”, filtrada por él mismo, como espiritualizada, con una predilección hacia la noche, hacia el misterio de una iluminación velada, la ensoñación de la luna o ciertos fenómenos atmosféricos adversos, como la lluvia, el viento o la tempestad. En sus memorias de 1913, queda también patente esta predilección:


     “(…) Gélida, 1872. — Al atardecer de un día de julio y buscando impresiones por aquellos andurriales, sorprendióme la silueta de vetusta iglesia con su campanario y un ciprés. Reinaba el silencio, interrumpido tan sólo por la campana llamando a la oración. Un murciélago revoloteaba, como sorprendido de mi presencia en semejante sitio y hora (…) Brillaron las primeras estrellas y volvíme al pueblo. Aquella noche no dormí; con tenaz obstinación acudían a mi mente la iglesia, el campanario, la campana, el ciprés y el murciélago. Al día siguiente dejando aquellas soledades regresaba a la ciudad (…)” 



                                              Modesto Urgell. “Cementerio”. Hacia 1878 




                                                 Modesto Urgell. “Tempestad”. Sin fecha 




                                                  Modesto Urgell. “Crepúsculo”. Sin fecha 


     Con un sentir similar al de Caspar David Friedrich, vemos que Urgell elige pintar los momentos de transición del día, la indefinición entre el final del día y el inicio de la noche; los crepúsculos como una especie de estancamiento vital, de inacabamiento, como un tiempo detenido, suspendido, a partir de los motivos de la Cataluña rural por la que viaja. “El atardecer como el momento especial y evocador del día en que todo es posible, y las fronteras entre el más allá y lo terrenal, y entre la vida y la muerte se funden y diluyen”, en palabras del historiador Fuentes Milá. El horizonte es un motivo visual con connotaciones de lo eterno, lo invisible. La ilimitación del horizonte es una idea constante y fundamental del paisaje romántico, tanto plástico como literario. Y para los románticos el horizonte crepuscular suponía el encuentro entre el aquí y el más allá, y así surge la necesidad de franquear esta línea que separa los dos mundos, poniendo la mirada en él, como parece que lo entiende Modesto Urgell en sus cuadros. 




                                                   Modesto Urgell. “Atardecer”. Sin fecha
 



                                                   Modesto Urgell. “Atardecer”. Sin fecha 


     Como hemos dicho anteriormente, Urgell cambió numerosas veces de residencia, y sus viajes le llevaron en diversas ocasiones a París, donde completó su formación artística. Había iniciado estudios en la Escuela de la Llotja de Barcelona, bajo la tutela de los maestros de paisaje Ramón Martí Alsina y Luis Rigalt. Alsina fue el primer representante de un lenguaje pictórico considerado “courbetiano”, muy próximo a la escuela de Barbizón, heredera a su vez de los logros artísticos de John Constable. Fue defensor de la pintura directa del natural, dejando a un lado antiguos métodos académicos de enseñar a pintar. Por su parte, Rigalt fue uno de los mejores exponentes de la pintura de ruinas y gran paisajista romántico.




                                                       Modesto Urgell. “Paisaje”. Sin fecha


     Urgell se forma primeramente con Alsina y con Rigalt, y años más tarde en París conoce la obra Daubigny, muy cercano a su sensibilidad, así como la pintura de Courbet y de Corot. Todos ellos le pondrían en contacto con una nueva manera de hacer, con la necesidad de los estudios del natural, la actitud a la hora de representar la naturaleza, y el experimentar con formas y colores y no quedarse en formulas clásicas. En sus comienzos, su pintura tuvo un carácter más costumbrista, pero con los años es evidente que evoluciona hacia planteamientos muy diferentes, más en sintonía con su personalidad. Así, buscaría en el paisaje su expresión más profunda y su sentido más íntimo, misterioso y desconocido.




                                                             Martí Alsina. Detalle de paisaje 




                                                               Luis Rigalt. “Ruinas”. 1865 




                                                      Daubigny. “Paisaje con patos”. 1872 


     Corot, en particular, introdujo notorias variaciones en el modo de aplicar las pinceladas y la consistencia de la pintura con intenciones expresivas. Usaba a menudo un pincel bastante seco, y los surcos producidos por las cerdas son visibles y aprovechados como elementos de expresión más naturalistas. Urgell, tanto en sus apuntes como en obras de mayor formato, emplea también el recurso de empastar ciertas zonas, y permite que la gruesa tela se perciba como un área texturizada que introduce una variación en la superficie del cuadro. 




Corot. Detalle de paisaje

                                                         






Corot. Detalle de paisaje







Modesto Urgell. Detalle de paisaje




 

Modesto Urgell. Apunte. Sin fecha 


     En 1870, huyendo de una epidemia de cólera que asoló Barcelona, Urgell establece su residencia temporal en Olot, donde un año antes el pintor Joaquín Vayreda había fundado el Centro Artístico de Olot, decisivo en el desarrollo del paisajismo en Cataluña, tanto que Olot llegó a considerarse como "el Barbizon catalán”. Es allí donde decide dedicarse de manera prácticamente exclusiva al paisaje como vehículo esencial de su expresión artística.


     Igualmente, observamos en Urgell, como en otros pintores románticos, que el tono adquiere una importancia notable en el cuadro: en la obra de arte, que debe ser un “todo” en sí misma, es requisito indispensable que el tono domine sobre colores aislados y que esa atmósfera general se perciba como un conjunto. Esto es algo siempre presente en su pintura, como vemos en las siguientes obras:




                                                  Modesto Urgell. “Cementerio”. Sin fecha 




                                                      Modesto Urgell. “Paisaje”. Sin fecha 




                                          Modesto Urgell. “Paisaje de invierno”. Sin fecha 


     Otro tema que Urgell frecuenta es el del jardín, el jardín romántico abandonado como fuente de melancolía, a menudo con apariencia sombría, sin apenas luminosidad, en el que incluye el ciprés oscuro como elemento espiritual, místico, vertical y dinamizador de la escena que interrumpe la quietud, como vemos en los siguientes cuadros:




                                               Modesto Urgell. “Jardín abandonado”. 1907 




                                                Modesto Urgell. “Jardín al atardecer”. 1890 




                                          Modesto Urgell. “Paisaje con cipreses”. Sin fecha 




                                              Modesto Urgell. Detalle de paisaje. Sin fecha 




                                           Modesto Urgell. “Parque abandonado”. Sin fecha 




                                                   Modesto Urgell. “Paisaje”. Sin fecha 


     El tema del jardín encontró en el Romanticismo y en el movimiento Simbolista  su  perfecta  expresión, y sirvió como vehículo para transmitir la idea de decadencia muy del gusto en el fin de siglo; hay que decir que esta nueva sensibilidad del “decadentismo” es una de las diversas tendencias dentro del Simbolismo francés. Así,  vemos que en Urgell a  menudo  se  borran  las  líneas  divisorias  entre  la representación de cementerios  y  jardines; el  jardín es, en su caso, la imagen  del  universo melancólico del artista. Según la autora Lily Litvak, en el fin de siglo “para aquellos  ardientes  visionarios,  el fin  de todas  las  cosas  estaba  próximo, y el  reloj  marcaba  más que  la  muerte del siglo,  el final de  la civilización  occidental  para  algunos,  el  fin  del  mundo  para  muchos,  el  término  de  las  ilusiones  para todos”. Probablemente Urgell se sintiera identificado con este sentir, cuando pinta sus cementerios abandonados en mitad de ninguna parte, sus ruinas y jardines silenciosos, como también hiciera Santiago Rusiñol.




                            Santiago Rusiñol. “Entrada al cementerio de Sóller de noche”. 1896 


     Por otra parte, diremos también que el artista repetiría con frecuencia algunos de sus temas preferidos, pintando muy diferentes versiones y variaciones sobre sus visiones rurales y crepusculares, que él mismo llegaba a titular “Siempre lo mismo”, o “Lo de siempre”. Se ha atribuido tales expresiones al deseo del propio pintor de hallarse en búsqueda constante del paisaje, “por no haber realizado todavía el de siempre como él querría”. Es una manera de responder irónicamente a la crítica, que le reprendía por mostrar una y otra vez sus paisajes de horizontes infinitos, cementerios silenciosos y lugares olvidados. Quizá Urgell repetía estos temas por la afinidad natural que le movía a pintarlos, y si revisamos a fondo sus obras, veremos que tal reiteración no es tan notoria, pues cada cuadro introduce un elemento nuevo, una aproximación distinta, una composición y una factura particulares.

 

 


Modesto Urgell. "¡El mismo de siempre!". 1896

 


     Sus pinturas y numerosos dibujos transmiten la intención de lo que Urgell realmente deseaba pintar: “yo no saco fotografías, ni retrato, ni copio del natural; interpreto sugestionado por la primera impresión”, según las palabras del propio pintor expresadas en sus memorias “Cataluña”, de 1905. La oscuridad de sus cementerios e iglesias abandonadas o en ruinas tiene un contenido que lo enlaza sin duda con algunos simbolistas visionarios de París, con quienes pudo tener contacto. El tema de la muerte, la melancolía por lo perdido, las visiones de lo lejano, la noche como elemento de fascinación, el final del día, los espirituales cipreses, las arquitecturas en decadencia, todo ello compone su temática de mundo de ensueño, nostalgia, oscuridad y misterio por el que siempre mostró gran predilección.




Arnold Böcklin. "Paisaje a la luz de la luna". 1849






Modesto Urgell. "Cementerio e iglesia". 1880   



     Como dato que incide en esta idea, cabe citar el gusto de Urgell por lecturas de autores como E. A. Poe y  M. Maeterlinck. Con todo ello, el pintor se propone en cada cuadro causar profundo efecto sobre el ánimo del observador, casi diríamos que trata de sobrecogerlo o impresionarlo más que representar amablemente la verdad de la naturaleza, como se aprecia en las siguientes obras:




Modesto Urgell. “Paisaje nocturno”. Sin fecha 





Modesto Urgell. “Paisaje nocturno”. Sin fecha


 


Modesto Urgell. “Gerona”. 1880
 




Modesto Urgell. “Camposanto”. Sin fecha 


 


Modesto Urgell. ”Cementerio”. Sin fecha


     Urgell, en su segundo libro de memorias editado en 1913, escribe:


“(…) Lo vago, lo quimérico, lo más grande y sublime lo he visto en sueños, y el poeta como el pintor pueden encerrarlo en un marco, ya que toda quimera puede parecemos real como todo lo que llamamos realidad pudiera ser ilusión de los sentidos. Desde Edgardo Poe, el genio de ultratumba, hasta Arderius, el actor más práctico que he conocido, todos crean, y el gran actor de los bufos fue tan artista como el poeta macabro (…)”


     Las obras de Modesto Urgell son a menudo de gran formato, y tales pinturas se llevaban a cabo en el estudio a partir de bocetos preparatorios tomados del natural. Diremos también que su estancia en la localidad francesa de Berck, cerca de Calais, en 1872 se considera definitiva, pues marca su manera de concebir el paisaje con una visión mucho más amplia, y es a partir de ese momento cuando el pintor elige una composición con el punto de vista más bajo que sitúa el horizonte casi a ras de suelo, de manera que otorga gran importancia y peso visual a la zona del cielo. Este recurso lo empleará en muchas de sus obras, como hemos visto en este estudio.


Modesto Urgell. “Playa con barca. Berck”. 1872

 



Obras de gran formato en la exposición “Modest Urgell, més enllà de l’horitzó”

Museo de Gerona. 2019-2020  




    Obras de gran formato en la exposición “Modest Urgell, més enllà de l’horitzó”

                            Museo de Gerona. 2019-2020

      



  Modesto Urgell en el estudio, junto a un gran formato 


     En 1876, con la obra “Toque de oración”, Urgell obtiene una medalla en la Exposición de Bellas Artes en Madrid, y ello supone su consagración definitiva como pintor, tras unos comienzos en Gerona llenos de dificultades. En este cuadro observamos que el espacio se aborda de una manera abierta y estática, mediante una arquitectura de gran peso visual  y una tonalidad general sombría en los primeros planos y con tendencia a lo monocromático que incide en la idea de melancolía, interiorización y quietud. 




Modesto Urgell. “Toque de oración”. 1876 


     Posteriormente el pintor llegó a exponer en numerosas exposiciones nacionales e internacionales, en ciudades como Madrid, Barcelona, París, Munich, Bruselas, Berlín, Filadelfia o Berlín. En cuanto a su trayectoria personal, diremos también que obtuvo una cátedra de paisaje en la Escuela oficial de la Llotja en Barcelona desde 1894 donde fue maestro de jóvenes artistas como Hermen Anglada Camarasa. También llegó a ser fundador de la Sociedad Artística y Literaria en la misma ciudad en 1900, dedicada a la promoción del arte y de los artistas, junto con Lluís Graner y Enric Galwey.


Anglada Camarasa. “Camino con horizonte al fondo”. Hacia 1892


     En lo que se refiere a los recursos plásticos que observamos se mantienen ciertamente constantes en sus obras maduras, estudiaremos a continuación aquéllos que por sus cualidades expresivas nos parecen más valorables.


     Primeramente la luz. La luz aparece tratada de una manera homogénea en sus cuadros y no proviene, en general, de un foco único. Es una luz-ambiente manipulada por el pintor siempre con intenciones expresivas, y apreciamos un predominio de valores medios-bajos sin apenas contrastes que dan lugar a penumbras y zonas de oscuridad máxima, evocadoras de sensaciones de intimidad, quietud e interiorización del paisaje representado. Más que de la luz, podríamos hablar de una “ausencia” de la luz. Esta ausencia deliberada juega un papel importante, ya que las sombras y el claroscuro intervienen en la percepción de los elementos del cuadro, que suelen ser arquitecturas o formas naturales, generalmente sugeridas o presentadas con indefinición, perdidas en la distancia o en las sombras. Es el juego entre luces y penumbras, entre lo que se ve y lo apenas entrevisto lo que da lugar al misterio que abre paso a la fascinación. Los paisajistas románticos recurren a la noche para imbuir a la escena de un misticismo elevado propio de los panteístas, pues la oscuridad, según dice Burke: “(…) es más capaz de producir ideas sublimes que la luz.” 


Modesto Urgell. “Pueblo de noche”. Hacia 1880 




 Modesto Urgell. “Ocaso”. Sin fecha 


     La de Urgell es una luz tamizada, difusa, con la que construye ambientaciones lúgubres o con tendencia a lo apagado o lo sombrío, donde nada es evidente o previsible sino que se vislumbra o se adivina sutilmente. 



En cuanto al tratamiento del óleo, vemos que hace uso de una perspectiva atmosférica, aérea, para lo cual deja los planos del fondo muy difusos, tenues, sin un contraste marcado, evocadores de “lo desconocido”, la lejanía oculta que da paso a la ensoñación. En definitiva, la representación del “infinito” en el paisaje, y en particular, cuando representa el elemento “niebla”, agente del misterio, como en la obra “La bruma”, donde apenas se reconocen las figuras confundidas con el fondo gris, se logra con una aplicación muy difuminada del óleo en los últimos planos y en las sombras.


 Modesto Urgell. “La bruma”. Sin fecha 




   Modesto Urgell. “Arco de San Martín”. 1898


     En general, en la obra paisajística de Urgell advertimos el uso frecuente de composiciones horizontales que consiguen un acusado estatismo, apenas interrumpido por escasos elementos naturales, o mediante la ubicación de arquitecturas que introducen una variación en forma de ritmo vertical sin disonancias, con un espacio en general liberado de elementos que incide en la idea de calma, soledad y aislamiento. Como en muchas obras del Romanticismo pictórico, el valor que Urgell otorga al espacio en el cuadro es principalmente escenográfico, con un punto de vista único, exterior a la tela, unos primeros planos generalmente construidos en sombra y una visión panorámica del conjunto representado. Apenas hay acción humana en tal escenografía, y si introduce una figura, está siempre supeditada al paisaje, que es el verdadero protagonista. Así, la figura tiene una naturaleza similar a éste, de quietud, contemplación y ensimismamiento, apenas destacada, siempre en tonalidades monocromáticas o neutras que la integran completamente en la escena.


Modesto Urgell. “Paisaje con figura”. Sin fecha 




 Modesto Urgell. “El pedregal”. 1895 


     En cuanto al uso del color, vemos que Urgell no es un gran colorista, sino que elige casi siempre armonías de cromatismos fríos muy matizados, grises, rosas atenuados, malvas, azulados, trabajados en sutiles gradaciones que evocan los elementos distantes, o bien tonalidades más cálidas en atardeceres, llenas de matices, donde el sentimiento supera cualquier interés por representar la realidad ordinaria tal cual, y nos transporta a lugares desolados, lejanos y perdidos, con ciertos tintes de irrealidad. 



Modesto Urgell. Detalle de paisaje. Hacia 1892



                                                                              Modesto Urgell. “La vuelta del entierro”. Hacia 1890


 

     El color es un vehículo de la melancolía en cierto modo “decadente” del pintor. En palabras del propio Urgell:

     “Está amaneciendo. Silencio, soledad y olvido; ni una sombra, ni un eco. El murciélago revoloteando entre densas espirales de humo. Allá en el horizonte, la luna, indiferente (…)”



Modesto Urgell. “Paisaje”. Sin fecha

 

     Por otra parte, llama la atención el tratamiento de la pincelada, también en sus apuntes y obras de pequeño formato. Se evidencian aquí los posibles paralelismos con maestros como Courbet o Corot, con quien llegó a tener amistad en París. Probablemente algunas de las obras de Urgell fuesen rechazadas en exposiciones oficiales por resultar “demasiado modernas” en su factura. Interpretamos este calificativo en cuanto al tratamiento poco acabado y nada delineado, distinto y novedoso con respecto a los planteamientos más clásicos de la época.



Modesto Urgell. “Contraluz”. Sin fecha

 

     Comentaremos también que Corot, por su parte, emplea una pincelada de dicción abierta, de trazos sueltos y expresivos; mediante toques secos de pincel o gruesos empastes de espátula, sugiere los distintos elementos del paisaje. Llega a dejar “huellas” verdaderamente abstractas en la tela, muy gestuales, rápidas e instintivas, con un control perfecto en su aplicación. Observamos que Urgell no llegaría a planteamientos tan audaces, y mantendrá una manera de aplicar el óleo más contenida, ciertamente menos “atrevida” cuando construye la mancha de color, pero sí advertimos ciertas analogías en los gruesos empastes, en el modo directo de sintetizar las arboledas o elementos naturales. Su pincelada, por su carácter no aristado, resulta sensible y emotiva, de trazos cortos, a veces grumosa, otras más fluida, siempre muy intuitiva. Como Corot o Courbet, su tratamiento del óleo es en general muy atmosférico, con zonas más densas que se alternan con manchas más diluidas.



 

Modesto Urgell. Detalle de arboleda.




 Modesto Urgell. Detalle de paisaje. 




Courbet. Detalle de arboleda



Corot. Detalle de paisaje





Modesto Urgell. “Almiares”. Sin fecha 


     La gran modernidad de Courbet se encuentra en la manera de aplicar la pintura “a grandes rasgos”, en grandes manchas y signos espontáneos del pincel, de gran expresión plástica, con espátula y brocha gruesa para construir cualquier elemento del paisaje. Esto lo encontramos a otra escala en las soluciones que emplea Urgell, como por ejemplo en las “transiciones” que crea para que el paso de una forma hacia a su fondo no sea a través de una línea de contorno abrupta, sino que se perciba algo así como una continuidad natural, como por ejemplo al pintar el borde de una arboleda con respecto a un fondo de cielo, resueltos con una manera de hacer desdibujada, sin perfilamientos ni trazos acusados. Esta indefinición, esta manera de pintar el fondo, “lo no visible”, lo que está más allá de la naturaleza, lo que subyace en el propio paisaje, pintar “un estado del alma”, hace de Urgell un artista plenamente romántico comprometido con ese sentir. Los fondos y el espacio que ocupa el cielo en sus paisajes tienen sentido y significación especial para el pintor como elementos donde ocurre lo enigmático, lo grandioso, la acción verdadera del cuadro, que es el misterio fascinante del anochecer, de una lejanía o una tormenta.  




Modesto Urgell. Detalle de paisaje



Modesto Urgell. Detalle de paisaje 


     La pincelada de Urgell, como gesto gráfico en sí mismo, está llena de interés, sensibilidad y variedad en su densidad y forma de ser aplicada, con un tratamiento si bien ciertamente novedoso en su factura, muy coherente con la expresión de la temática de los cuadros. Volvemos a incidir en la idea de que Urgell no imita una naturaleza concreta, sino que transfiere con medios pictóricos muy personales la sutil sensación que le mueve a pintar, cuando contempla un fragmento natural que le conmueve, como unas aguas muertas, unas ramas al viento o las hierbas de un campo abandonado. Así, inventa un tipo de pincelada distinto para cada sentir. 



Modesto Urgell. Detalle de paisaje


     Merece también nuestra atención la faceta del Urgell dibujante, en cuanto a las valiosas aportaciones de su expresión gráfica, en términos de riqueza y variedad de registros y signos cuando emplea el lápiz, la plumilla o la aguada, como vemos en los siguientes apuntes esbozados a lo largo de sus viajes:


 Modesto Urgell. “Vista de un pueblo”. 1861



Modesto Urgell. “Cementerio”. Hacia 1860

 



    Modesto Urgell. “Luna de miel”. Hacia 1870-1880

                                                                                  

 


     En definitiva, podemos decir que las obras paisajísticas de Urgell, mediante sus sugerentes recursos plásticos, llegan a revelarnos “el infinito”, ciertos valores de eternidad y permanencia en la representación de los paisajes más cercanos, el “infinito en lo finito”, como afirma el poeta romántico Novalis. Como artista romántico que fue, Urgell llega a transmitir un “estado de ánimo” particular mediante la creación de un estado correspondiente en la vida de la naturaleza, y es más evidente su visión individual, su mundo interior y su propia ensoñación, y menos significativo la particularidad de lugar representado. Todo ello, mediante una manera de hacer que siempre invita al recogimiento y la introspección.



     Sus visiones de cementerios a la hora del crepúsculo son una reflexión muy personal sobre la muerte, temática muy recurrente en el fin de siglo. En el caso de Urgell sin tintes macabros o marcadamente fúnebres, con una poética más sutil que gusta de evidenciar el “infinito”, el elemento sublime y desconocido que se encuentra más allá del horizonte. Y lo logra creando unas ambientaciones con escasos elementos y difusas gradaciones tonales, más espirituales, elevadas, casi místicas mediante recursos pictóricos coherentes con este propósito. 



Modesto Urgell. “Paisaje”. Hacia 1885-95

 


     Paradójicamente, sus paisajes de gran formato llegaron a convertirse en un signo de distinción y buen gusto en las casas de la burguesía catalana de la época, lo que parece contraponerse al espíritu rebelde y bohemio del pintor. El aumento considerable de encargos a lo largo de los años y las ventas a través de la sala Parés de Barcelona supusieron para Urgell el poder vivir con desahogo durante resto de su vida; igualmente su gran éxito como pintor le permitió cultivar el teatro, su otra gran pasión. 



El pintor Modesto Urgell en su estudio 


     El hecho de desarrollar estas dos artes, junto con su marcada personalidad, hacen de Modesto Urgell uno de los personajes más destacados y activos de la sociedad barcelonesa de fin de siglo. Urgell abriría nuevas vías de experimentación para otros pintores que marcarán después la modernidad en Cataluña, como pueden ser Anglada Camarasa, Hernández Pijoan, Joan Ponç, Joan Miró y Salvador Dalí, entre otros. Finalmente deja testimonio de su éxito y de las anécdotas de su vida con la publicación de “Cataluña”, en 1905, y su autobiografía “El murciélago. Memorias de una patum”, de 1913. 



Modesto Urgell. “Murciélago”. Hacia 1918 


 “Toma y lee”. Si no sabes del jardín de Hipona, sabes de tu jardín interior, y allí cuadra bien la elocuencia pictórica y el verbo colorista... Si a la hora del crepúsculo sientes una melancolía, te oprimen añoranzas y un asombro súbito te advierte que algo pasa, vuela, cerca de tu frente, como murciélago de sombra y de quimera, que es el Tiempo, abre entonces este libro de un artista que cristalizó bellamente su sedimento “de dolor de vivir” y harás un paréntesis en el tuyo... luego piensa que Urgell tuvo razón en decirme sin palabras, “toma y lee”. 


 

                                                                                                               CONDESA DEL CASTELLÁ

(Prólogo a la primera edición de 1913 de “Murciélago. 

Memorias de una patum”, de Modesto Urgell e Inglada)


 



Modesto Urgell trabajando en su estudio. 1913 



BIBLIOGRAFÍA:

 

AAVV: Catálogo “Modest Urgell. Més enllà de l’horitzó. Museu d’art de Girona. 2020.

BOWRA, C.M.: La imaginación romántica. Taurus Ediciones. Madrid, 1969.

BURKE, E.: Indagación filosófica sobre los orígenes de nuestras ideas sobre lo bello y lo sublime. Tecnos. Madrid, 1987.

CARUS, C.G.: Cartas y anotaciones sobre la pintura de paisaje. La balsa de la medusa. Visor. Madrid, 1992.

FONTBONA, F.: El paisajismo en Cataluña. Del Romanticismo al Modernismo. Ediciones Destino. Madrid, 1979.

FREIXA, M; REYERO, C.: Pintura y escultura en España. (1800-1850) Ediciones Cátedra. Madrid, 1992.

GABAUDAN, P.: El Romanticismo en Francia (1800-1850). Universidad de Salamanca, 1979.

HONOUR, H.: El Romanticismo. Alianza Forma. Madrid, 1992.

LITVAK, L.: El jardín abandonado. El tema del viejo parque en pintura y literatura. Espacio Tiempo y Forma. Serie VII. Historia del arte, (13) 2000.

REYNOLDS, D.M.: El siglo XIX. Universidad de Cambridge, 1985.

SCHILLER, F. Sobre la educación estética del hombre en una serie de cartas. De lo sublime. Sobre lo sublime. Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza, 2016.

TORRES, M.: El pintor Modest Urgell. Revista de Girona, 1989.

URGELL, M.: El Murciélago. Memorias de una patum. L’Avenç. Barcelona, 1913.



WEBSITES CONSULTADAS:

https://www.museodelprado.es/

https://www.museothyssen.org/

https://www.carmenthyssenmalaga.org/ 

https://www.rah.es/

https://www.museunacional.cat/es

https://www.museudebadalona.cat/es/

https://museuart.cat/es/inicio/

https://www.metmuseum.org/

 


Las imágenes que ilustran el texto de este estudio han sido tomadas de los museos referenciados anteriormente y  a partir de fotografías realizadas por la autora. 

Las conclusiones sobre cuestiones plásticas se han realizado a partir de la visualización de la obra de Modesto Urgell por parte de la autora en museos e instituciones. 
 
Lola Soto Vicario es artista y Doctora en Bellas Artes por la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de Valencia (Universidad Politécnica de Valencia).

Más información y contacto:


 
Lola Soto Vicario 

 

 

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